Gracias a la "visita" de la bloody old woman (mi abuela, obvio) la paciencia de muchas personas, se ve puesta a prueba. Entre ellos, las personas de mi círculo familiar y otras como tíos, tías, primos y primas, novios de dichas personas, parejas, sex toys, vecinos, encargados de edificios y todo ser (incluidos los animales) que se acerque a la vieja.
Porque la vieja que se hacía la mosquita muerta, la víctima, la incomprendida, la "el mundo contra mí", la pobrecita, se ha cansado de ese papel y decidió ser "ella misma".
Nos hubiese encantado que siguiera fingiendo que es simpática y buena persona, porque al menos jodía pero no tanto. Pero no, parece que se cansó y desde hace algunos días de la pasa molestando a todo el mundo.
Estamos en confianza así que hablemos en criollo: Nos rompe soberanamente las pelotas a todos, incluso a las personas que por cosas de la naturaleza carecemos de dichas gónadas.
Como este odioso, detestable, despreciable, abominable, aborrecible, antipático y repelente ser anda de casa en casa porque no tiene nada que hacer, y hasta que se alquile algo (que hasta el próximo mes parece que esto va a ser imposible) nuestra paciencia llega a su límite y muchas veces la sobrepasa.
Hoy, nuestra familia tuvo el desagrado de contar con su presencia.
La señora que trajo al mundo a mi mamá, llegó a casa temprano. Claro, si se levanta a las 5 de la mañana (sí! a las 5!). Y como no le importan los demás (a esta altura ya se deben haber dado cuenta) a las 6:00 ya estaba tocando el timbre de casa.
A ver... en casa todos trabajamos pero nuestro lugar de trabajo queda justo al lado de casa y abrimos a las 8. Así que a esa hora no estamos despiertos ni de casualidad. O si lo estamos es porque nos levantamos para ir al baño. ¿Para qué nos vamos a levantar a las 6:00 si podemos levantarnos 7:30, bañarnos, desayunar y llegar al trabajo fresquitos y de buen humor?
Obviamente hoy no sucedió eso. Ya que la vieja, a las 6:00 ya estaba con su dedo gordo, arrugado y chueco pegado al timbre y no se despegó de ahí pasados 10 segundos como para asegurarse de que todos nos hubiésemos enterado de su llegada. ¡Vieja turra, es obvio que lo hace a prepósito!
Obviamente la que se levantó a abrirle fue mi mamá.
Cuando una persona sabe que al bajar las escaleras que van de su habitación al comedor se va a encontrar con uno de los seres más repulsivos que la naturaleza ha creado no se levanta de buen humor. Sobre todo si sabe que ese ser va a tratar de hacerle la vida imposible, porque a esta altura ya sabemos que eso está en su naturaleza. La vieja de mierda lo disfruta, es obvio.
Así que cuando salí de bañarme, me miré al espejo y me dije: "Ok, la bloody old snake está debajo y se va a quedar varias horas. Lo que a ella le gusta es sentirse con poder, hacer sentir mal a la gente y sentirse impune porque es vieja y porque es la madre de mi madre. Una vieja de mierda, sí, pero la mamá de mi mamá a quien adoro y no me gusta hacer sentir mal y la única razón por la cual me contuve de romperle la cara varias veces (sí, así como suena). Entonces, como no quiero que se arme la podrida, voy a ignorarla o a servirme de mi sarcasmo tanto como me sea posible para que mi mamá no se sienta mal y además porque eso me divierte mucho. Y así mato a dos pájaros de un tiro. La vieja se queda con la sangre en el ojo porque lo que a ella le gusta es ver enojada a la gente y yo me divierto porque se que por dentro se está muriendo de bronca".
Bueno, me dije algo así.
Así, que al terminar de arreglarme, bajé la escalera con una tremenda sonrisa que la vieja no esperaba ver, porque la mayoría de las veces que la veo le pongo cara de asco o de "no te rompo la cara porque no quiero problemas" (y ganas me sobran, pero ya contaré el porque en otro post, y les adelanto que son razones muy fuertes, no es por simple capricho o de exagerada que soy).
Saludé a todos, a mi mamá y a mi papá con beso y abrazo como siempre (soy re cargosa con mis viejos desde chica y no pienso cambiar), a mi hermano más chico que recién había llegado también y a mi otro hermano. A mi abuela solo le regalé un "hola" y una palmada en la espalda, como quien pasa por al lado tuyo y te mata un mosquito. Automáticamente fui y salude a mi perro con beso en la frente y abrazo y el usual "hola perito!" (sí, "perito" y no perrito. Le digo así de cariño).
Esto le causó mucha gracia a mi papá que sabe el amor que siento por mi perro y ninguna a mi abuela, porque sabe muy bien que prefiero a mi perro y que como le dije una vez, en caso de hundimiento de barco y si hubiese un solo lugar en un bote al tener que elegir entre mi perro y ella ya saben quien ocuparía ese lugar.
Eso se lo dije cuando tenía unos 11 o 12 años. El lugar sigue reservado para mi cuadrúpedo amigo por supuesto.
El desayuno transcurrió sin altercados, charlamos mientras miramos un canal de noticias, como siempre, y yo hacía de cuenta que la vieja no estaba ahí. Incluso le pasé una tostada con dulce de leche a mi hermano delante de su cara.
Terminamos de desayunar, nos levantamos y salimos por la puerta que da a nuestro lugar de trabajo. Esa puerta separa dos mundos totalmente diferentes. El de mi casa que es un lugar muy tranquilo y el del trabajo donde hay máquinas ruidosas (es una imprenta), computadoras encendidas, gente de acá para allá yendo y viniendo, a veces corriendo y sobre todo gente concentrada en su trabajo.
En casa hay dos entradas, una que da a la oficina donde estamos mi papá, uno de mis hermanos y yo, y otra que da a los talleres donde están mi otro hermano y los empleados. La puerta de la oficina es de libre acceso a quienes entren por casa. La otra no. Por ahí solo entramos nosotros o gente autorizada por nosotros, porque están las máquinas y puede tornarse peligroso para quienes no conozcan el lugar.
Es más, en esa puerta hay un cartel que dice "PROHIBIDA LA ENTRADA A PERSONAS NO AUTORIZADAS". Es el mismo cartel que está puesto en la otra entrada, la que ve una persona que ingresa por la entrada principal, o sea, la que da a la calle.
El lugar no es taaaan peligroso, pero está puesto por precaución, porque es obvio que alguien que pase y no conozca las máquinas no va a ir a meter la mano o a tocar algo, pero si hay algo que sobra en este mundo es gente boluda o curiosa y nunca se sabe lo que puede pasar.
Otra de las razones por las cuales pusimos el cartel es para que no entre gente molesta. Como la persona de la cual vengo hablando.
Es un cartel muy simple que entiende cualquier persona que sepa leer y tenga 2 dedos de frente. Bueno, parece que esta señora hubiese leído "PASA IGUAL, TOTAL LOS QUE ESTAN DEL OTRO LADO ESTAN AL PEDO Y LES VA A ENCANTAR TENERTE A VOS EN MEDIO DEL TALLER ROMPIENDO LAS PELOTAS".
Si hay algo que no soportamos es que nos vengan a molestar cuando estamos trabajando y estamos apurados. Si estoy trabajando relajada no me molesta que venga nadie. Varias veces trabajamos tomando mates y si viene algún conocido lo invitamos a la oficina y no hay problema. Ahora, si estoy apurada suelo ignorar a la gente, pero antes les aviso que disculpen que no les de mucha bola pero estoy apurada. O sea que aunque esté trabajando bajo presión el trato es bueno con todo el mundo. Salvo con la víbora, quien nunca es bienvenida.
Así, que a los 15 minutos de estar trabajando, la vieja se apareció por el taller.
La recibió mi hermano que la quiere tanto como yo y le dijo: "¿Abuela (él todavía la llama abuela), no sabes leer? No podes pasar por acá y menos con esa pollera. Mira si te la enganchas con algo. Pasa por el otro lado."
Mi hermanito menor que es como yo pero, alto, sin tetas, con barba de pocos días, pajarito en lugar de cotorrita y voz gruesa; la versión masculina claro está, y por lo tanto siente un respeto por esta mujer que yo, por ser del mismo sexo y por saber que no es tan frágil como le quiere hacer entender a los demás, no le tengo.
Pero la trata bien por eso, y porque es la madre de nuestra madre. Digamos que si mi abuela fuese hombre ya le hubiese roto la cara hace bastante.
Así que le dijo eso, y viniendo de él, eso es algo así como que le haya dicho: "Abuelita, tené cuidado. ¿Por qué no pasas por la otra puerta que es menos peligroso? No quiero que te lastimes con algo".
El taller se comunica con la oficina también por una ventana y como estaba abierta pude escuchar todo con lujo de detalles.
Ni lerda ni perezosa la vieja dio media vuelta y mudita se dirigió a la otra puerta.
Claro, por la otra entrada estaba yo, y fue la 1er persona a la que vio al pasar.
Sin decirle nada, giré la silla y me quede mirándola fijo con cara de "¿En qué te puedo ayudar?", pero con la expresión que ponen los trabajadores de la Municipalidad de San Martín que no tienen ganas de hacer nada y te miran como si fueses a interrumpir su arduo trabajo que en realidad la mayoría de las veces consiste en tomar mate y comer galletitas.
Antes de que sigan leyendo debo advertirles que a continuación se encontrarán con "lenguaje adulto". Sepan que no siempre soy así, pero los diálogos con mi abuela son la muestra de lo que soy cuando ya no tengo paciencia (cosa que pasa muy pocas veces, salvo con ella que me hartó hace mucho).
Como la vieja no decía nada y se había puesto a recorrer la oficina con la vista como si fuese la primera vez que se encontraba ahí y ante la cara de mi hermano que ya estaba sonriendo porque sabía que yo algo le iba a decir, hablé de nuevo:
Gioconda: (con tono bien seco) ¿Necesitas algo?
Bloody snake: No, no, solo vine a mirar (con tono de "¡Yo no hice nada!")
Hermano de Gioconda: (hablándome a mí de trabajo como si no hubiese nadie más con nosotros) Fijate que Fulanito está conectado y me dijo que te va a mandar las modificaciones que quiere para el logo nuevo.
Gioconda: Ok!
B S: (dirigiéndose a mi hermano) ¿Estás trabajando?
H de G: Sí, abuela... (tono de "¿No ves?")
B S: (esta vez dirigiéndose a mí) ¿¿¿Y vos???
G: No, yo me estoy rascando el felpudo. (Me criè entre hombres y a pesar de ser muy femenina puedo ser mucho mas guaranga cuando quiero, tomen esto como un chiste de salon).
Se escuchò la carcajada de mi otro hermano que había entrado a la oficina haciéndose el que buscaba algo pero lo conozco y se que entró para ver que le decíamos a la vieja, ya que la había mandado para sacársela de encima.
Seguimos con nuestras tareas como si nada. Mi papá se había ido a ver a unos clientes y mi mamá estaba en casa, o sea fuera del ámbito de la oficina.
Si hay un lugar donde una se siente impune de todo lo que pueda hacer o decir es ese lugar cuando las puertas están cerradas, ya que, del lado del taller no se escucha nada por el ruido de las máquinas y en la casa tampoco porque hay un pasillo en el medio. Así que si la cosa se ponía pesada yo podía decir lo que se me diera la gana sin que se sintiera mal mi mamá.
La vieja como pancho por su casa cruzó la oficina y se dirigió al taller. Para ese entonces las máquinas ya estaban en funcionamiento y había bastante ruido. Yo la seguí con unos papeles en la mano haciéndome la que necesitaba algo de ahí, con el único objeto de pescarla in fraganti para sacarla zumbando de ahí. Era lo único que quería. Que se mandara alguna para echarla con razón y que no volviera más a molestar.
Siempre la oficina fue mi lugar de escape cuando no quería estar en casa si había visitas insoportables. En realidad son dos los lugares: la oficina y mi habitación. Pero una queda mejor si se hace la que trabaja cuando no puede poner de excusa el estudio. Y no iba a permitir que nadie invadiera mi lugar, mucho menos la bloody snake.
Se ve que hoy los astros estaban a mi favor y todos los planetas alineados perfectamente.
Lo único que yo quería era que la vieja me diera una buena razón por más pequeña que fuese para expulsarla de mi territorio y que no volviese más.
Y se lo hice saber...
B S: ¿Me estás vigilando?
G: Ni más ni menos...
B S: Si tantas ganas tenés de que me vaya echame.
G: Dame una razón y tus deseos serán ordenes.
Muy de película, sí. Es que me encantan estos diálogos. Con esta vieja de mierda me siento Beatrix Kido en Kill Bill intercambiando dardos con Vernita Green antes de matarla clavándole un cuchillo en medio del pecho.
Mi hermano más chico, pasó entre nosotras para volver al taller y murmuró: "Che, Gioco, deberíamos poner un cartel que diga ALTA TENSION acá, no? jeje". Un amor mi hermanito.
Si alguna vez buscan a alguien que calme las cosas no tienen que llamarlo a èl. El no sirve para eso.
Como dije, los astros estuvieron de mi lado y tuve la oportunidad que yo tanto ansiaba.
La víbora quiso pasar entre dos máquinas de curiosa que es, porque nunca la dejamos entrar ahí. Como no es ninguna boluda, cuando está mi papá ni se acerca al taller, pero en se momento él no estaba, así que haciéndose la rebelde como si fuese una pendeja hincha pelotas que solo quiere molestar para ver que pasa o llamar la atención, pero más patética aún porque es vieja, quiso pasar entre dos máquinas que sirven para abrochar y se enganchó la pollera.
No pasó nada porque la máquina en la cual se enganchó estaba apagada y de haber estado encendida a lo sumo la hubiese dejado en bolas, pero no más que eso.
La que sí estaba encendida era la otra.
Igualmente, no desperdicié la oportunidad y le grité: "¿Sos sorda o boluda? ¿No te dijimos que no podías entrar al taller con esa pollera? ¿Vos queres que la máquina te rompa una pierna?".
En el taller todos sabemos que "la rompe huesos" es otra máquina, que sin exagerar te los puede romper como si fuesen de madera balsa. Ese tipo de máquinas, a lo largo de la historia de la imprenta se ha cobrado varias falanges, metacarpos, trapecios, e incluso huesos de ante brazos. O sea que este tipo de máquina impresora (una de verdad, no de las que todos tenemos en casa) no es moco de pavo.
Mis gritos hicieron venir a mis dos hermanos. Cuando preguntaron que había pasado les dije que la vieja se había enganchado con una de las abrochadoras y que de haber sido otra máquina seguramente le hubiese pasado algo más grave.
Mi hermano del medio le dijo: "¿Vos sos loca?" Sabes bien que no podes entrar acá. ¿Cómo hay que decírtelo para que entiendas?".
Mi otro hermano se limitó a decir: "No, si parece que es sorda. Yo le dije antes que no entrara al taller y no me dio bola".
La vieja quiso defenderse, diciendo: "Bueno, no paso nada".
El hecho de que quisiera minimizar las cosas me dio bronca y le dije: "Si a alguien le pasa algo acá adentro el problema es nuestro y por más vieja y pelotuda que seas si te pasa algo a vos, también. ¡Andá a la casa y dejate de romper las pelotas!"
Se hizo la enojada, o se enojó, no se ni me interesa, pero dio media vuelta y se fue por donde había venido.
Mi hermano del medio repetía: "¡Qué vieja boluda!" una y otra vez.
Y yo, con calma, porque la verdad es que nunca la había perdido, solo que aproveché la volada para echar a la vieja, le dije: "Ok, no more snakes!"
Se dio cuenta y le causó gracia.
Obviamente cuando vino mi papá le contamos lo que había pasado y a la hora del almuerzo se lo contamos a mi mamá también, quien como si la vieja fuese una niña de 5 años la retó de lo lindo y le dijo que no entrara al taller nunca más.
Cosa que prometió y cosa que va a tener que cumplir.