Cicatriz (o "Aquel que no debe ser nombrado")

(Ya se que es largo pero está basado en una historia real, la mía :P)

Ya que una vez alguien en un comentario de un post anterior me había dicho que yo tenía una obsesión con Harry Potter, se me ocurrió contar algo que me pasó hace 4 años aproximadamente. Pero no sin antes aclarar que en realidad no es obsesión lo que tengo. Sino que solamente me encanta esa historia y me parece divertido relacionarla y hacer analogías con las cosas que pasan en mi vida o en la vida de la gente que conozco.
Pero eso es solo a la hora de escribir y como un simple entretenimiento, o cuando juego con mis sobrinos. Pero no ando por ahí con una varita mágica tirando maleficios a tontas y a locas (esas son las más fáciles de atacar :P).
Me gustan las historias de ficción y aventura. Antes hacía analogías con "El Señor de los Anillos", ahora con Harry Potter y después será el turno de alguna otra saga que me resulte interesante.

Dicho esto, paso a mi relato:

Esta vez la comparación (creo que va a ser la última) se basa en 2 personas o personajes. Una es el propio Harry y la otra es quien escribe en este blog.

Nota: El hecho principal de esta historia no es ficticio. Los nombres de los protagonistas y algunos datos han sido modificados para preservar su intimidad.

Era una tarde de octubre, y como muchas otras tardes de ese mes, me encontraba sumergida en mis libros de psicología ya que era época de parciales.
Y en un momento de dispersión, bajé a la cocina a preparar una taza de café sin imaginar que esta simple acción iba a desencadenar una serie de sucesos inimaginables para mí.

Por ese entonces yo tenía un perro negro y de gran tamaño, con unos dientes y un aspecto general que hacían que los vecinos prefirieran cruzar la calle antes que pasar por su lado cada vez que lo sacábamos a pasear.
Se llamaba Tom y era un Rottweiler.

Tom había salido a pasear, así que cuando yo estaba en la cocina, después de unos minutos oí el sonido de la llave en la puerta de entrada, lo cual indicaba que Tom volvía de su paseo acompañado de la persona que la mayoría de las veces lo sacaba a pasear, mi tío Carlos.

Hablemos de mi tío: Con él teníamos un problema. Si bien no nos llevábamos mal, había un tema por el cual discutíamos siempre: el adiestramiento de Tom.
Por ese entonces Tom tenía 3 años. Al año de edad había comenzado su entrenamiento como perro de guardia (no de ataque) y en unos pocos meses había dejado de ser el juguetón cachorro para convertirse en el obediente guardián de la casa.
Con su adiestramiento y otro miembros de la familia nunca hubo problemas, más allá de una pequeña y accidental mordida a uno de mis hermanos en una mano mientras jugaban, producto del hecho de no saber medir sus fuerzas por parte del animal y a su condición de cachorro y varios rasguños a toda la familia por el mismo motivo, pero que son comunes en todas las razas a esa edad. Nada grave.
Tom obedecía bien, era inteligente y aprendía rápido.
Pero como es sabido, los perros, además de un buen entrenador deben tener dueños responsables, y Tom los tenía, salvo por la persona que lo llevaba a pasear.
Si bien Tom obedecía a sus dueños, no obedecía mucho a Carlos.
Los dueños de los perros deben tener autoridad sobre los animales y Carlos no la tenía, y sobre todo deben respetar una rutina para que el perro no se confunda, y Carlos no la respetaba.

Falta de autoridad y modificación constante de las rutinas son el combo perfecto para que el perro se confunda y cometa errores que muchas veces pueden ser graves e incluso mortales.
Y la prueba de esto último son las muertes de personas debido al ataque de este tipo de animales que vemos a menudo por televisión.
Por supuesto que la culpa no es de los animales, pero ellos y sus víctimas pagan las consecuencias.
Se estarán preguntando porqué dejábamos que esta persona lo sacara pasear... lo mismo me pregunto yo. Hablé mil veces de este tema con otros miembros de la familia y todos decían lo mismo: Carlos es viejo, esta solo, no tiene a nadie, es tu tío, el perro es su única compañía. Eso era lo que siempre me hacía discutir con los demás, sobre todo con mi tío y muchas veces dije que eso terminaría mal. No me equivoqué.

Entonces, yo estaba preparando un café cuando Tom entró a la cocina.
Como siempre corrió hacia mí tras mi llamado. Solía acercarse trotando, moviendo su corto rabo y con sus orejas flameando.
Esto ocurría siempre que volvía de sus paseos o cuando yo llegaba a mi casa.
Pero ese día fue distinto. Tom entró en la cocina pero no de la manera que lo hacía siempre. Entró caminando despacio, con aspecto cansado y con una mirada que pocas veces había visto en él. Caminando lentamente se acercó a mí, olfateó el aire que olía a café y se paró a mi lado.
Lo saludé alegremente "Hola Tom!!". Me agaché y le di unas palmaditas en el lomo y un beso en la cabeza como hacía siempre, y cuando me estaba incorporando, ocurrió lo inesperado:
Con una velocidad poco común dio un pequeño salto, lo suficiente como para alcanzar mi cara y clavó sus dientes en uno de mis pómulos.
Fue todo muy rápido. Ni siquiera dolió. Seguramente por el fuerte golpe de su hocico que había recibido que hizo que mi cara se adormeciera y por la adrenalina que me produjo el susto al ver semejantes dientes tan peligrosamente cerca de mis ojos.
Los dientes se cerraron y se abrieron rápidamente en mi cara justo debajo de mi ojo izquierdo. Después de esto, Tom corrió hacia el patio y esa fue la última vez que lo vi.

Mi mamá, que estaba en el patio, me escuchó gritar "Me mordió la cara!!! Me mordió a cara!!!", entonces entró corriendo y vio una escena escalofriante: yo estaba parada, pálida, como la cocina que tenía detrás, temblaba del susto y tenía un trozo de piel colgando de la cara (literalmente), no lloraba... no entendía lo que había pasado ni porqué. Corrió hacía mí y con un pañuelo puso de nuevo el trozo de piel en su lugar, me sentó en una silla y rápidamente fue a llamar a una ambulancia y a mi papá. Mi papá llegó a los 5 minutos.
Mientras esperábamos la ambulancia, yo miraba televisión... bueno, en realidad tenía los ojos abiertos pero no le prestaba atención, en lugar de eso, las imágenes de la mordedura pasaban una y otra vez por mi mente.
Hasta que en un instante todo se nubló y mis ojos se cerraron. Escuché la voz de mi mamá gritando desesperada mi nombre como a lo lejos y al instante siguiente (al menos para mí fue solo 1 segundo) abrí los ojos y me encontraba en el suelo al lado de mi gato, que me miraba sin inmutarse (Una escena patética :P)
Me incorporé con la ayuda de mi mamá y uno de mis hermanos y a los pocos minutos llegaron los médicos.
Me revisaron la herida, me tomaron la presión que estaba muy baja y me recomendaron que comiera algo dulce y que guardara reposo una hora y que luego me llevaran al hospital para suturarme.

Recuerdo que los médicos, que eran dos, me trataron muy bien, sobre todo el más joven de ellos, que además era muy bonito jaja y me hicieron muchas preguntas referidas a mis vacunas y a las del perro (estaba todo en orden), pero yo hice solo dos y al más viejo:
Yo: Me va a quedar una cicatriz???
Médico: Por supuesto. Tenes un corte.
Y: Grande??
M: No. Te van a suturar bien, no se te va a notar casi nada.

Una hora después estaba en le hospital y el Dr. Campbell (muy buen profesional y muy buena persona) me estaba suturando mientras me contaba que el había tenido 2 perros y que le habían envenenado a uno. En 15 minutos ya me había suturado, me recetó antibióticos y me fui a casa con 10 puntos (más puntos de los que tenía river tras 5 partidos del torneo local :P).
Cuando llegué a casa me contaron que el veterinario ya había ido, había hecho lo suyo y Tom ya no estaba entre nosotros. No quise saber nada más.
En casa ya no querían tener a Tom pero tampoco querían regalarlo por temor a que lastimara a alguien más o algo peor y aunque dolió, esa pareció la decisión más acertada.

Después de ese día volví a control 3 veces más y en el área de cirugía plástica y gracias a un chiste de cirujano que me suturó me conocían como "la chica que pelea con Rottweilers" porque así me llamaba el doctor. Muy gracioso :P
A los 15 días me sacaron los puntos y me quedó una cicatriz en forma de "J".
Y me recetaron una "prótesis para cicatriz queloide" que consistía en una tela elástica con silicona y un moldecito plástico con la forma de mi pómulo que se sujetaba con abrojos. Era similar a una máscara y servía para hacer presión en mi herida y que no se me formara, como el nombre de la prótesis indicaba, un "queloide" que es un tumor benigno intradérmico que forma relieve sobre la superficie cutánea.
Debía usar esa máscara por 6 meses todas las noches cuando me acostaba a dormir y aunque hice un poco de trampa al no ponérmela algunos días, a los 6 meses mis tejidos ya estaban completamente sanos y en su lugar y mi cicatriz casi imperceptible (solo se daban cuenta quienes me miraban muy en detalle y sabiendo que me había mordido un perro) y disimulable con un poco de maquillaje.

Lo bueno es que a pesar de todo en ningún momento sentí dolor, salvo por la pequeña tortura que sufrí cuando se terminó la anestesia mientras me suturaban y aún faltaban 2 puntos.

Fin de la historia.

Ahora que ya conté la parte escalofriante del relato, vamos a la parte divertida: las analogías con HP producto de mi cicatriz.

Como no soy una persona a la que le guste victimizarse, no me molestaba que me hicieran bromas al respecto siempre y cuando fuesen de onda. Es más, yo misma las hacía y me reía de mi misma y de la situación.
Por lo tanto era común escuchar cosas como:

* Mis hermanos diciéndome Naty Potter (muy obvio)
* Algunos (mis amigos) llamaban "Señor Oscuro" al perro que me había mordido y había muerto después de eso. Algunos decía que había intentado matarme y que con mis "poderes mágicos" había evitado una muerte segura. Y no faltaba quien decía que el perro había muerto envenenado al beber mi sangre :P
* Otros me llamaban "la chica que sobrevivió" ya que era sabido que muchos no lo habían logrado tras ser atacados por este tipo de perros.
Etc.

Pero lo más gracioso era lo que hacía gente como mis tías, que pensaban que yo me iba a enojar si hablaban del tema delante mío o que me iba a angustiar si pronunciaban el nombre de mi perro. Entonces era moneda corriente que evitaran; además de mirar mi cicatriz, por ese entonces muy notoria; nombrar a Tom, y en lugar de eso decían cosas como "ya sabes quien", etc.
Es más, cuando mis hermanos hablaban con ellas exageraban esto diciendo cosas como "el innombrable" o "aquel que no de debe ser nombrado" a propósito para reírse de ellas.
Hasta más de una vez, cuando hablaban con ellas y llegaba el momento de hacer referencia a Tom, miraban hacia los costados como para asegurarse de que yo no estuviese cerca, y bajando la voz decían "you know who".
Y como si fuera poco, cuando yo pronunciaba el nombre del perro, ellos ponían cara de asombro y decían "Te atreves a pronunciar su nombre??!!"

Otra cosa graciosa eran los diálogos entres mis hermanos, mis tías y yo, y cuando una de mis tías (la misma del post de las víboras y la que más miedo le tenía al perro) evitaba nombrar a mi perro y yo sí lo hacía, ponía cara de susto y yo le decía, como le había dicho muchas veces antes cuando no quería nombrar a las víboras: "Tom, llamalo Tom. Temerle al nombre solo incrementa el temor al animal en sí" :P

Ahora que me acuerdo, la mascota de Voldemor es una víbora... que curioso.

Eso es todo amigos!